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La gestión pasiva consiste en construir una cartera de inversión que siga el comportamiento de un índice. Es decir, asume que no se puede batir al mercado siempre y que es mejor intentar replicarlo.
Sus fundamentos son:
- La cartera tiene que replicar el índice de referencia de la manera más precisa para conseguir su mismo comportamiento, con independencia de las circunstancias del mercado.
- Su objetivo de rentabilidad es el mismo que el de su índice y recibe el nombre de gestión indexada o indiciada.
- Se ajustan las entradas y salidas de los valores del índice para replicarlo fielmente y obtener un “tracking error” (diferencia de rentabilidad con el índice) lo más próxima a cero posible.
- También se recompone la cartera en función de las suscripciones o reembolsos que haya en el fondo. La existencia de derivados facilita enormemente esta labor.
- Cualquier cambio en la composición del índice se debe reflejar en la composición de la cartera de gestión pasiva.
- Su principal ventaja para el inversor es el ahorro de comisiones, pues requiere menos tiempo y dedicación por parte del gestor.
Si quieres completar tus conocimientos sobre inversión, te recomendamos leer este post sobre gestión activa
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